Miedo dirigido a los seres queridos, preocupación excesiva por el bienestar de los demás.
El arquetipo es la madre que no deja ir al niño a ninguna parte y lo acaba ahogando.
Se manifiesta como ansiedad, ve problemas donde no los hay.
Para aquellos que sufren desproporcionadamente por los que aman aún en silencio y terminan por hacer que los otros sientan los mismos temores, minando su confianza y seguridad.
Para los que por tanto temor terminan corriendo el riesgo de atraer con sus energías aquello que tanto temen que suceda.
Para aquellos lazos que persisten con demasiada intensidad aún después de la muerte.
Para quienes siempre temen lo peor y anticipan las desgracias para los que aman.
Para aquellos cuya manera de amar es demasiado posesiva.
Para aquellos con un amor egoísta cuando el otro no es visto como otro sino como una parte de sí mismo.
Exceso de preocupación por los problemas de los demás.
En casos de sobreprotección o autosacrificio.
Si cuando un ser querido llega tarde a casa lo único que se piensa es que algún accidente es el causante de la demora.
Para padres que constantemente advierten a sus hijos que tengan cuidado.
Para todo miedo excesivo que va más allá de lo que ve y de lo que le dicen con respecto al objeto de su amor.
En personas que anticipan desgracias a sus seres queridos. Con ese escaso de preocupación coartan la libertad de los que aman y no les permiten adquirir individualidad.
La flor aporta que la persona sepa que independientemente de los esfuerzos que haga cada uno se encuentra con lo que haga en la vida.
Tiene la habilidad de irradiar pensamientos positivos de seguridad bienestar y coraje a otros en situaciones difíciles. También de influir en forma positiva y ser un buen guía para otros, a distancia, con libertad para que cada uno siga su camino.
La flor aportaría en definitiva la capacidad de vivir y dejar vivir.
Lidia
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