Extraída de: https://www.elmundo.es/viajes/el-baul/2022/01/22/61eab9ebfc6c83fc028b4584.html
¡Hola! Querría hablarte de Mallorca, una isla mágica en donde te sientes liberado.
Mallorca es una isla llena de luz. Todos sus rincones tienen un encanto especial. Yo estuve en un hotel muy bonito con piscina y toda clase de detalles. Estaba a pensión completa, por tanto, no tenía que preocuparme de nada. El primer día decidimos alquilar un coche y, ni cortos ni perezosos, nos fuimos del hotel después de desayunar directos a buscar un coche de alquiler. A la tercera como no, encontramos un coche con unas condiciones que eran las adecuadas. Cogimos el coche y el Google Maps y… ¡al ataque! Conducimos dirección norte, cogimos una autovía. Al cabo de una hora y un poco más, encontramos una salida que coger. Salimos y, pasando por unas carreteras comarcales hasta llegar a un pueblo de costa, nos dirigimos al mar. Sin saberlo nos encontramos en una cala rodeada de arrecifes y árboles. Era un día cálido, caía el sol, no llevábamos bañador porque era invierno. Pero con la ropa interior había bastante, al agua que nos fuimos, suerte que hacía calor.
El agua era transparente, cristalina, el olor a pino con el calor y el mar creaba una sensación muy especial. Además, la luminosidad de los árboles y el agua se reflejaba como un espejo en el cielo.
La temperatura era ideal, yo creo que era la mejor hora, antes de comer, al mediodía. Deberían ser las doce y media, más o menos. Después de bañarnos sin decirnos nada, nos vestimos y fuimos directos al coche. ¿Dónde vamos a ir? Nos preguntamos. Pues hacia el norte de la isla. Cogimos una carretera secundaria en la que había todo tipo de árboles frutales. Llegamos a un pueblecito en una cima, con subidas y bajadas. Teníamos hambre. Buscamos, y después de mirar cartas de los restaurantes y precios, nos decidimos por un restaurante en que hacían sopa de cebolla, que nos gusta mucho. A la hora del café, cerca de las cuatro de la tarde, vimos a un gran número de gente que se dirigía a la iglesia. Y decidimos ir a ver que acto social se iba a realizar. Pues nada más y nada menos que los niños de los colegios vecinos iban a cantar villancicos. Ni cortos ni perezosos entramos con la multitud a la iglesia y estuvimos un largo tiempo viendo como actuaban los niños de los colegios. La gracia, alegría y entusiasmo con que lo hacían.
Ya pasada la tarde volvimos de regreso al hotel. Para cuando llegamos ya era la hora de cenar.
M. Eva Reig
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